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El molcajete mexicano de piedra volcánica es un mortero tradicional de origen prehispánico, utilizado por generaciones para moler granos, especias y preparar salsas de manera artesanal (thegourmetjournal.com). Esta herramienta milenaria, símbolo de la gastronomía e identidad cultural mexicana, enfrenta hoy diversos desafíos que ponen en peligro su continuidad. En años recientes se ha observado una disminución en su producción artesanal, producto de factores económicos y culturales. Además, imitaciones baratas de menor calidad (hechas de cemento u otros materiales) han inundado el mercado, restándole terreno al molcajete auténtico. Asimismo, se percibe una pérdida de valor cultural del molcajete en la vida cotidiana y una falta de apoyo institucional hacia los artesanos que los elaboran. A cotinuación te damos a conocer las razones:
En distintas zonas molcajeteras del país, la elaboración tradicional de molcajetes de piedra volcánica ha disminuido notablemente. Cada vez son menos familias y talleres los que siguen dedicados a este oficio. Por ejemplo, en San Juan Teitipac (Oaxaca) –una comunidad zapoteca con larga tradición lapidaria– se calcula que actualmente solo unas 15 familias continúan con el tallado de molcajetes y metates, cuando antes eran muchas más eluniversal.com.mx. Artesanos locales relatan que en numerosas familias “el oficio se perdió porque los hijos quisieron dedicarse a otra cosa” eluniversal.com.mx, evidenciando un quiebre generacional en la transmisión de estos conocimientos. De igual forma, en San Nicolás de los Ranchos (Puebla), reconocido pueblo molcajetero, el oficio se encuentra “en agonía”: hasta 2019 se contaba con un padrón de apenas 20 artesanos activos tallando molcajetes, reflejando “una baja representativa en el número de productores” en comparación con décadas pasadas oem.com.mx.
Varios factores explican esta caída en la producción. Uno de ellos es la dureza y lentitud del proceso artesanal, que exige recoger piedra volcánica del monte, trabajarla a mano con cincel y martillo, e incluso utilizar explosivos controlados para extraer bloques grandes thegourmetjournal.com. Pese a la dedicación que conlleva, los ingresos suelen ser bajos, lo cual desincentiva a las nuevas generaciones. Muchos jóvenes optan por empleos menos arduos o migran a otras actividades mejor remuneradas, dejando atrás el oficio familiar. A esto se suma en algunos casos la escasez de materia prima: la sobreexplotación de canteras volcánicas ha mermado la disponibilidad de piedra de calidad. En Oaxaca, por ejemplo, artesanos de Teitipac advierten que “en algún momento las minas se acabarán… Si se acaban los bancos [de piedra] ¿con qué vamos a trabajar?” eluniversal.com.mx, lo que agrega incertidumbre sobre el futuro de la producción.
Un factor económico crítico es la competencia desleal de molcajetes falsos o industrializados que imitan al tradicional. En mercados y tiendas se ofrecen molcajetes de imitación fabricados con cemento, resina u otros materiales de bajo costo, usualmente producidos en masa. Estas piezas suelen venderse más baratas que los auténticos, atrayendo a consumidores desprevenidos. Artesanos y especialistas han denunciado que las “imitaciones masivas y de baja calidad” han inundado la oferta, afectando seriamente a los productores legítimosthegourmetjournal.com. En particular, se destaca la creciente presencia de copias importadas de origen chino hechas de cemento, que visualmente parecen molcajetes pero carecen de las propiedades del basalto volcánicothegourmetjournal.com. Por su elaboración con moldes, estos sucedáneos presentan un acabado más uniforme, pero implican riesgos sanitarios al no ser aptos para preparar alimentos –el cemento contiene sustancias (arcilla, cal) que se desgastan al moler y pueden causar irritación o incluso quemaduras si se ingierenthegourmetjournal.com–. Aun así, muchos compradores los adquieren por su menor precio o por desconocimiento, desplazando la demanda de molcajetes auténticos.
Los propios artesanos resienten este fenómeno. En Comonfort (Guanajuato), localidad famosa por sus molcajetes, los talladores decidieron organizarse para combatir las copias: tramitaron una Denominación de Origen (aún pendiente de aprobación) y mientras tanto registraron una marca colectiva para distinguir sus productos genuinos thegourmetjournal.comthegourmetjournal.com. Acciones como esta buscan proteger el molcajete tradicional y garantizar al público su autenticidad y calidad. Sin embargo, la realidad es que muchos talleres artesanales individuales carecen de mecanismos para enfrentar la avalancha de imitaciones. En palabras de Ignacio Espíritu Vergara, artesano de San Salvador El Seco (Puebla), el oficio del molcajete enfrenta una “invasión” de productos foráneos: “están en riesgo de desaparecer, porque la gente prefiere comprar salsas elaboradas, especias en polvo y en otro porcentaje se reemplazan por productos chinos” enconexiones.com. Es decir, parte del mercado ha optado por la comodidad de salsas procesadas (que hacen innecesario el molcajete) y, cuando buscan el utensilio, a veces terminan adquiriendo versiones económicas importadas. Esta competencia desigual erosiona las ventas de los molcajetes auténticos y pone en aprietos la subsistencia de sus creadores.
Más allá de lo económico, subyace un cambio cultural en las nuevas generaciones y en las prácticas cotidianas que ha restado protagonismo al molcajete. Durante siglos, este mortero de piedra fue un implemento esencial en las cocinas mexicanas; no solo servía para moler alimentos, sino que su uso estaba cargado de tradición y sabor. Actualmente, sin embargo, muchos hogares han dejado de usar el molcajete con regularidad, sustituyéndolo por electrodomésticos (licuadoras, procesadores) o por ingredientes ya molidos de fábrica. El ritmo de vida moderno y la búsqueda de conveniencia han llevado a que preparar salsa “a molcajete” sea menos común que antes, reservándose en algunos casos solo para ocasiones especiales o para las cocinas de restaurantes típicos.
Este menor uso doméstico implica que las salsas molcajeteadas, apreciadas por su textura y sabor únicos, estén cediendo terreno frente a productos industrializados enconexiones.com. Como mencionó el artesano Ignacio E. Vergara, muchas personas hoy “prefieren comprar salsas ya elaboradas” en lugar de hacerlas en casa enconexiones.com. Consecuentemente, el molcajete pierde relevancia funcional para el usuario común, sobre todo entre los jóvenes. Lo mismo ocurre con las familias artesanas, donde se observa desinterés de las nuevas generaciones por aprender el oficio de sus padres y abueloseluniversal.com.mx. En comunidades tradicionales de Puebla, Oaxaca, Michoacán y otras regiones, numerosos hijos de canteros han optado por migrar o dedicarse a otras profesiones, rompiendo la cadena de transmisión cultural. Cada maestro artesano que no logra heredar sus conocimientos representa una pieza menos de esta herencia colectiva.
Además, existe cierta desvalorización simbólica: al volverse el molcajete un objeto menos presente en la vida diaria, podría verse más como una curiosidad folclórica o elemento decorativo que como un elemento vivo de la cultura. No obstante, esfuerzos locales tratan de reavivar su valor: ferias del molcajete en lugares como San Nicolás Obispo (Michoacán) o San Lucas Evangelista (Jalisco) celebran esta artesanía e intentan acercarla al público joven con demostraciones y talleres. Aun así, estos esfuerzos compiten con tendencias globales de homogenización culinaria y pérdida de conocimientos tradicionales. Si no se revierte, la combinación de falta de uso y relevo generacional amenazan con relegar al molcajete auténtico al olvido.
Muchos artesanos dedicados a labrar molcajetes señalan la insuficiente ayuda institucional y comercial para mantener su actividad. En general, la artesanía tradicional en México suele enfrentar dificultades para acceder a financiamiento, capacitación o canales de venta justos, y el molcajete no es la excepción. Varios productores trabajan de forma independiente, vendiendo en mercados locales o turísticos, a menudo enfrentando prácticas de regateo que disminuyen el valor de su trabajo. Los márgenes de ganancia suelen ser reducidos considerando el esfuerzo invertido en cada pieza.
Los gobiernos locales y estatales han implementado algunos programas de apoyo, pero estos resultan limitados en alcance. Por ejemplo, en Oaxaca se lanzó la iniciativa “Sembrando Tradiciones” para reconocer oficios artesanales en riesgo de extinción, lo que benefició simbólicamente a un taller molcajetero eluniversal.com.mx. Asimismo, autoridades municipales de Morelia, Michoacán, han intentado apoyar a los artesanos de San Nicolás Obispo comprando sus molcajetes para promocionarlos en restaurantes y ferias gastronómicas facebook.com. Sin embargo, dichas acciones aisladas no compensan la falta de un apoyo sostenido y generalizado. Según expuso Eliberto Chávez, artesano de Zacatecas, “el apoyo no es completo por parte de las autoridades” hacia el sector artesanal oem.com.mx. Esto se traduce en carencia de subsidios para herramientas, dificultades para transportar la pesada materia prima desde las minas, o ausencia de estrategias de comercialización a gran escala.
Otra arista del problema es la ausencia de protección legal robusta para el molcajete tradicional. Al no contar aún con Denominación de Origen u otra certificación nacional, cualquiera puede vender copias como si fueran auténticas sin mayores consecuencias. Los artesanos, generalmente con recursos limitados, están en desventaja para hacer valer sus derechos de propiedad intelectual o para diferenciar sus productos en el mercado global. Esta falta de respaldo oficial deja a los productores expuestos tanto a la competencia desleal como a la intermediación abusiva (quienes compran barato al artesano y venden caro al cliente final). En suma, aunque el molcajete es un patrimonio cultural, sus custodios –los artesanos– no siempre reciben el respaldo necesario para continuar con su labor.
El molcajete de piedra volcánica, icónico en la cultura culinaria mexicana, enfrenta un peligro de desaparición que va más allá de la pérdida de un simple utensilio: con él se podría extinguir un legado histórico de técnicas artesanales y saberes transmitidos por siglos. Las causas de esta situación son multifactoriales. Por un lado, económicas, destacando la disminución de la producción por la baja rentabilidad y la competencia de imitaciones baratas que socavan el mercado de los molcajetes auténticos. Por otro lado, culturales, como el cambio de hábitos que ha relegado al molcajete en las cocinas modernas y la ruptura en la transmisión generacional del oficio. A esto se suma la falta de apoyos integrales que permitan a los artesanos mejorar sus condiciones y proteger su producto.
No obstante el panorama adverso, aún hay esperanza si se toman medidas concertadas. La documentación de estas tendencias sirve para crear conciencia sobre el valor del molcajete y la urgencia de salvarlo. Dar apoyo directo a los artesanos, educar al público sobre la diferencia entre un molcajete legítimo y una imitación, promover su uso en la gastronomía cotidiana, e impulsar su reconocimiento (por ejemplo, mediante una Denominación de Origen), son pasos clave para evitar que este tesoro cultural se desvanezca.
En este contexto, CEMCUI ARTESANÍAS ha asumido el compromiso de reinventar el molcajete para hacerlo competitivo y relevante en los hogares modernos, sin perder su esencia ancestral. A través de colaboraciones con talleres mexicanos, CEMCUI impulsa el desarrollo de diseños contemporáneos y estéticamente diferenciadores, que conservan la técnica artesanal pero integran nuevas propuestas visuales y funcionales. Esta estrategia no solo impulsa las ventas y el reconocimiento del molcajete como objeto de diseño, sino que también fortalece el vínculo cultural entre las nuevas generaciones y este legado milenario. Como demuestran las voces de los propios artesanos –desde Oaxaca hasta Puebla–, el molcajete “se resiste a la extinción”, pero requiere de un compromiso colectivo para asegurar que siga presente “en las cocinas de las familias” mexicanas y del mundo por muchas generaciones más.
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